Congreso Constituyente del Estado de México
Borradores de actas H. Congreso Constituyente (mayo, junio y diciembre 1824)
Transcripción
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debía subsistir la proposición, tal como se haya, porque debiendo pagarse el contingente el día quince, convenía que se suspendiese hasta la liquidación de cuentas, que si el Estado sale debiendo alguna cantidad se pagará inmediatamente.
Declarado suficientemente discutida, fue aprobada por partes la proposición.
En cuanto a la segunda, el señor Nájera estuvo por ella, pero fue de sentir que se avisase al gobierno general de esta determinación, para que en ningún tiempo pueda decirse que el congreso atropelló a aquel.
Después de una ligera discusión entre los señores Jáuregui, presidente y Mora sobre si debía expresarse en la proposición o dejarse a discusión del gobierno el aviso de que se trata, fue aprobada la proposición, con la siguiente adición: “Avisando previamente el gobierno al de la federación”.
En seguida expuso el señor teniente gobernador que la Hacienda del Estado había quedado en sumo desarreglo, a causa del trastorno con que con motivo de la ley sobre rentas ha habido; que entre tanto el congreso aprobaba el reglamento que ya le tienen remitido el gobierno, este había dictado varias providencias para dar centro y unidad a las tesorerías, considerando ser de su resorte. Dijo que, según el Artículo 2º de la ley que daba el gobierno del Estado, como de una administración del general de la federación y que no pareciendo esto decoroso, iba al gobernador a excitar al gobierno general para que ponga quien le cuide sus intereses y que respecto de los jueces de primera instancia de la capital, también iba a oficiar a este para que dispusiera lo que tuviera por conveniente, pues el Estado no debía pagarlos.
Después de una ligera discusión entre los señores Jáuregui, Mora y presidente sobre si se tomaba, desde luego, en consideración lo expuesto por el gobierno, sobre jueces de letras ,fue aprobada la siguiente proposición que hizo el señor Mora:
“Que se suspendan a los jueces de letras de esta capital sus sueldos por cuenta del Estado”.
Se levantó la sesión.
Firmas y Rúbricas:
Alonso Fernández, Presidente
Pedro Martínez de Castro, Diputado Secretario
Baltazar Pérez, Diputado Secretario
Se-
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sión secreta extraordinaria del 18 de abril de 1826
Leídas y aprobadas las actas del 31 de marzo y 1º de abril, presentó la comisión especial, encargada de los asuntos de distrito, su dictamen; relativo a la solicitud que hace el gobierno general al del Estado, para que se siga pagando en las administraciones foráneas a las peticiones de la federación y condujo con la siguiente proposición:
“Que por ahora el Estado no está en el caso de poder satisfacer las pensiones foráneas que el ministro de Hacienda solicita”.
Formada luego en consideración, dijo el señor Mora que aun suponiendo ponga el gobierno general en la tesorería, a disposición del nuestro, las cantidades que se le suplan, único medio de los que propone que se pudiera adoptar, si hubiera datos para formar un cálculo de que nunca se podrá deducir, no hemos mantener el dinero, pues a más de tener que satisfacer a nuestros empleados, nos hace falta para la traslación de los poderes, queda por salvar, si desde la capital que se elija se tendrá que ocurrir a esta para llevar de cuenta y riesgo el Estado los caudales que preste en partes, donde también los ha de menester, siguiéndose de esto un juego de moneda perjudicial y de que no hay necesidad por solo acceder a la solicitud del ministro, derogando lo que no ha mucho sancionó el congreso, que por tanto está por el dictamen.
El señor Nájera: que el gobierno, sin informar, manda la nota del ministro, a cuya petición acaso no pulsa dificultad para acceder y así querría no le tomaste resolución sin oírle.
El señor presidente: que si el Estado ha de ser consecuente, es fuerza sostener la proposición que se discute y fue aprobada en la sesión anterior, presente el gobierno, quien se manifestó por ella, puesto que las razones que determinaron entonces al congreso, subsisten.
El señor Mora: que no está el Estado para hacer suplementos, quitadas que le han sido las rentas de su capital, lo que no ha mucho informó el gobierno y cree reproducir, así se le exige, pero no sabe para qué se quiere en ratificación; que no se puede, ciertamente, acceder, a que con los pedidos que haga nuestro gobierno de tabaco se le cubran las cantidades que se solicitan, porque necesitando de numerario para el pago de los empleados, cuando aquellos no se realicen, nos exponemos a tenerles que decía un día que
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no hay con qué pagarles, que según el sistema que nos rige estamos para ver por el Estado y la inversión de sus rentas, y no para cuidar de los gastos que el gobierno general tiene que hacer en algunos puntos de él y, finalmente, que el cálculo que suministra el expediente de la materia, manifiesta, no alcanzan los expedientes de lo que nos ha quedado para llenar nuestras necesidades y mucho menos préstamos, a que no se exime al gobierno de la responsabilidad y queramos exponer a los empleados a la prostitución, lo que sucederá si no se aprueba la proposición, como aconseja la prudencia.
El señor Jáuregui pidió se leyera la proposición y dijo que el congreso debe tomar una providencia que no descontente a los pensionistas, quienes son de considerarse que el gobierno general suplica, que no exige, que con tal medida que puede hallar el nuestro o ser la proposición que, otra vez hizo el señor Mora, reducida a que se nos adelante en las cantidades por el supremo poder, a quien se pueda manifestar no está el Estado en disposición de continuar haciendo los pagos; sino, de este modo se evitará una seca repulsa de partes del congreso, que pudiera ser de malas consecuencias, que, por lo expuesto, quiere con un señor preopinante se oiga al gobierno, quien no ha dicho no se sigan pagando las pensiones; sino, que ya no se pueden seguir pagando.
El señor Mora que insiste en lo expuesto, pero que enhorabuena se llame al gobierno, aunque su voto ha de ser siempre el mismo, más que sea único, singular, pues que nunca puede estar porque se exhiba un dinero en lugares del Estado donde se ha menester para recibirlo en México, donde no se necesita.
Se acordó se llame al gobierno, se suspendió la discusión y se levantó la sesión.
Firmas y Rúbricas:
Alonso Fernández, Presidente
Pedro Martínez de Castro, Diputado Secretario
Baltazar Pérez, Diputado Secretario
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Sesión secreta extraordinaria del 19 de abril de 1826
El señor Mora dijo que el señor senador, Gómez Farías, pide una certificación de las observaciones que el cabildo eclesiástico hizo a la Ley Orgánica del Estado, en el artículo que trata de exclusiva, la que está extendida por el señor Pérez; conforme a su original y leyó, solicitando del congreso se diera, puesto que el señor Martínez se resistía a firmarla, queriendo saber los motivos por qué se pide.
El señor Martínez dijo que, en lo particular, podría comunicarle al señor Mora para qué se pide el certificado, evitando hacerlo ante el congreso, si así parecía convenir; para no molestar su atención.
El señor Mora repuso que el asunto era ejecutivo, pero aunque no lo fuera, tampoco podía descubrir los fines para que se quiere tal documento; que por lo mismo, pedía el congreso que, sin obligarlo a revelar, los mandase se diera y así se acordó.
Leída y aprobada la acta de la sesión anterior, el señor presidente incitó al señor Tagle a decir la opinión del gobierno, sobre el dictamen de la comisión especial, encargada de los asuntos de distrito que se le pasó, con el fin de que diga al congreso lo que se le ocurra para que siga la discusión.
El señor Tagle que impuso más menudamente por la comisión, sobre qué puntos en particular quiere el congreso diga el gobierno lo que le ocurra, hablará.
El señor Mora puso los fundamentos en que se apoya el dictamen de la comisión y concluyó con que el congreso, a su vez, quiere oír del gobierno si se podrán hacer o no a los pensionistas y cesantes de la federación los pagos en las administraciones foráneas del Estado, como solicita el ministro de Hacienda.
El señor Tagle: que a dos puntos se reduce la cuestión: primero, si podrá el Estado suplir a la federación en las administraciones foráneas las cantidades que necesite y, segundo, si adelantando el dinero la tesorería general, a la del Estado, convendrá se hiciesen los pagos debidos en las administraciones de este, que el gobierno desea proceda el congreso con toda libertad en la discusión del negocio, pero cree de su deber advertir que si se hubiera de acceder, conforme al primer punto, el Estado dentro de muy breve consumirá sus escasas existencias, puesto que según demuestra el cálculo los rendimientos que le han quedado, no bastan para sa-
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tisfacer a sus empleados, por lo que es de opinión no se puede convenir con el gobierno supremo, si el nuestro le ha de hacer préstamos, de lo que según el oficio del ministro juzga distante la mente del supremo poder. Que en cuanto a la segunda parte, le parece se recargaría de trabajo el gobierno del Estado, haciéndose administrador del general; a quien tendría que dar cuentas, lo que ni es decoroso, ni puede dejar de traer malas consecuencias, además, que esto solo podría tener efecto, mientras recibiesen los poderes del Estado en México, pues salidos, de ninguna manera: porque serían muy grandes los trastornos que se ocasionarían al Estado y a los pensionistas; que por lo regular son gentes sin principios que, creyendo sus males dimanados de los poderes del Estado, los desacreditarían y llamarían sobre ellos la odiosidad, después de entorpecer al ejecutivo, quitándole el tiempo y con utilidad pudiera invertir en cosas las más veces muy necesarias al mismo Estado, con la revisión y corrección que tendría que hacer de las cuentas de las aduanas, que hasta hoy no han sido muy bien formadas; que esto se seguirá dándose en las cajas generales el dinero a las del Estado, pero aún son mayores los males, si se ha de suplir en nuestras administraciones, lo que desde ahora debemos evitar, que si el dictamen se reprobara y fuera preciso adoptar el otro arbitrio, en beneficio de los pensionistas, ya diría como parece al gobierno se debe obrar.
El señor Mora: que con efecto, el pagar a los pensionistas recibiendo adelantado el dinero del gobierno general, constituirá al nuestro en administrador de aquel, por lo que no está, ni puede estar; que ya hoy nadie duda que todos los productos líquidos que tiene el gobierno general trata de recabarlos, para atender, a su vez, a las ocurrencias ciertas o falsas que se vociferan sobre la venida de la liga, por lo que si no hacemos los suplementos que se nos han pedido por el ministro, acaso se nos acriminará; pero que de ninguna manera podemos y mucho menos si se atiende a que no somos más que unos administradores y no unos dueños para que pudiéramos disponer de los caudales del Estado, que además la probabilidad de que el reintegro no ha de ser puntual, es muy grande y siendo feo exigirá anticipaciones, es fuerza, o exponernos a perder el dinero, o a decir desde ahora que no prestamos, lo que seguramente es lo mejor y más si se considera tenemos hoy el pretexto
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honrosísimo de decir que, habiéndonos quitado las rentas de la capital, apenas nos queda para satisfacer a nuestros muy precios gastos; que después se querría hacer obligación lo que ahora se nos pide por gracia y ni así pudiéramos dispensar, sin exponer a los funcionarios y los que de ellos dependen, a que carezcan de lo necesario, faltando nosotros a la justicia, que por lo que hace a reintegrarnos con los pedidos de tabaco, ni se miente, porque son muy poderosas las razones que, para no admitir esta propuesta, militan y profundamente se han vertido otra vez por su señoría y repetido por otros.
El señor Villaverde: que nada se puede agregar a las razones expendidas por los señores Tagle y Mora, de que después de haber hecho un sinopsis, concluyó con que es constante estar los poderes del Estado en obligación de conservarlo, pagando sus funcionarios y añadió es un anzuelo el que se tiende al Estado, prometiéndole adelantar las cantidades para que no se le pague, puesto que hoy, hasta las pensiones de las viudas se han metido al fondo de reserva por las ocurrencias de la guerra que se aguarda con la liga.
El señor Olaes: que por lo dicho se manifiesta la utilidad de que haya venido el gobierno, con cuya opinión se ha conformado, luego que deslindó lo que antes no lo estaba para su señoría, por lo que opinaba en contra del dictamen, pero que ahora es el primero que vota por él, siendo en su juicio prudencia hacerlo así, sin temor de la crítica que se ha anunciado.
El señor Nájera: que le puede mucho se sigan extorsiones a los pensionistas, cuya parte mayor acaso es benemérita de la patria e hija del Estado, que debe ver por ella, que no son para su señoría demostrados los daños que se siguen de adoptar el segundo miembro de la propuesta del ministro, ni tampoco lo es recargar un tanto más de trabajo al gobierno, cuya opinión que ha prometido dar, para el caso de que se reprobara el dictamen, querría oír, y el modo con que en beneficio de estos ciudadanos beneméritos se allanaría a reportar la carga que le sobreviniere.
El señor presidente: que teniendo el gobierno general comisarías de guerra donde poder poner el dinero para el pago de sus pensionistas, con cuya medida no dejará, si quiere de hacerlo, evitando las extorsiones que se les pudieran seguir, es de sentir que se apruebe el dictamen, puesto que no
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se sigue de ello ningún mal a los sujetos que son, en su juicio, de tenerse en consideración y nuestro gobierno, cuando menos, queda libre de cargas, que robándole mucho tiempo le estorbarían dedicarse a las ocurrencias del Estado como debe.
El señor Tagle: que al gobierno siempre parece debe aprobarse el dictamen que se discute, porque el Estado no tiene para hacer suplementos, pues no le proporcionan las rentas que le quedan y las pocas existencias que hay, en su concepto, son necesarias, aún desde antes que salgan los poderes de México, como lo manifiesta la consulta que tiene hecha al congreso, sobre establecimiento de una fábrica de labrado de tabacos; que es de sentir, tiene que establecerse prontamente y después una casa de moneda, etcétera, etcétera, que sería larguísimo referir y por lo que se ve, no quedan a nuestra caja ni mil pesos de qué poder disponer, ni se diga que siendo los pedidos de tabacos adelantados, pudiera usarse de este capital, que es necesario realizar, y antes suplirlo, para hacer los pagos a su vez, para lo que está demostrado no tiene el Estado, cuyas oficinas van a sufrir un trastorno al plantearse la Ley de Hacienda, lo que será breve y un nuevo óbice, para conceder con el supremo gobierno que la nota de cooperadores a la liga no nos puede imponer, pues no nos toca, pero que si; no obstante, todo lo expuesto el dictamen se reprobara y quisiera el congreso que adelantando la caja general, a la del Estado, el importe de las pensiones se pagarán, el gobierno haría que los nuevos administradores pusiesen a disposición de los comisarios caudales equivalentes, recogiendo documentos que se tomaría el trabajo de pasar por satisfacción al supremo poder trabajo; que tiene sus durezas, pero que llevaría al gobierno si el congreso juzgaba, por razones de política, que debiera ser.
El señor Mora: que es absurdo el principio de que todos estamos obligados a cumplir, los deberes de otros puedan hacerlo o no, en cuyo último caso tampoco está la federación, pues como ha dicho muy bien el señor Fernández, tiene sus comisarios, de quienes poderse valer y a los que no, se les podrán hacer drogas, todo lo que con lo expuesto por el gobierno es suficiente, a su sentir, para inclinarse por el dictamen, que por lo que hace a los pedidos de tabaco, siempre es preciso hacerlos adelantados, para poderlos realizar y que sobre esto tiene dada muy menudamente su opinión, que repite pi
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diendose pregunte si está suficientemente discutida la proposición y declarado que sí, se aprobó y se levantó la sesión.
Firmas y Rúbricas:
Alonso Fernández, Presidente
Pedro Martínez de Castro, Diputado Secretario
Baltazar Pérez, Diputado Secretario
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Sesión secreta del 24 de abril de 1826
Se leyeron las actas de las sesiones de los días 6, 12, 13 y 19 de abril y fueron aprobadas.
Se dio cuenta con un oficio del gobernador, en el que había haber prevenido al tesorero general del Estado, entregue a los señores de la comisión encargada de habilitar una imprenta mil pesos, en virtud de lo acordado por este congreso. Enterado.
Se leyó otro del mismo, en que dice quedar impuesto de haber sido aprobadas las proposiciones, sobre que se suspendan los pagos que se hacían por cuenta de la federación en el Estado. Enterado.
Se levantó la sesión
Firmas y Rúbricas:
Alonso Fernández, Presidente
Pedro Martínez de Castro, Diputado Secretario
Baltazar Pérez, Diputado Secretario
Hoja 058
Sesión secreta ordinaria del 8 de mayo de 1826
Aprobada la acta del 24 de abril se dio cuenta con el extracto que en sesión pública del 4 de mayo acordó el congreso hiciese la secretaría, a moción del señor Villa, de las razones principales que se expendieron en la discusión de la proposición que hizo el señor Mora; sobre que se suspendiesen los pagos que se hacían en las administraciones foráneas del Estado a los pensionistas de la federación; y habiéndose notado por los señores Lazo, Villa y Olaes que tenía algunas expresio-
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nes fuertes, dijeron que en su concepto, debían moderarse, lo que así se acordó por el congreso y que corregida la exposición se insertase en la acta pública, como estaba prevenido y se levantó la sesión.
Firmas y Rúbricas:
Licenciado José Domingo Lazo de la Vega, Presidente
Baltazar Pérez, Diputado Secretario
Benito José Guerra, Diputado Secretario
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Sesión secreta ordinaria del 17 de mayo de 1826
La abrió el señor Cotero, diciendo que supuesto que ya el señor presidente había señalado el día 5 del mes de junio para que se comenzase a discutir el proyecto de Constitución, hacía moción sobre que su excelencia se sirviese señalar también las horas que debían emplearse en este asunto, pues que de esta manera cesarán las voces injuriosas de algunos ciudadanos, que en la sociedad y en otros parajes públicos, hablaban muy mal de los señores diputados, llamándolos apáticos, faltos de honor y de vergüenza, indignos de ser representantes del Estado, indecentes y otros apodos demasiado sensibles y arbitrarios, por cuanto no estaban al congreso a la hora que prefijaba el reglamento, y que lo más del tiempo lo ocupaban en conversar, saliéndose antes de la hora de vida, en lugar de ocuparse de la Constitución que ya debían haber hecho, para no gravar al erario con otras muchas cosas que cedían en descrédito y deshonor del congreso y de sus individuos.
El señor Villa dijo que estaba por la moción, porque no podía negar que era cierto lo que decía públicamente: de que los señores diputados entran tarde y salen temprano de la sesión, y que en esta parte debía de justicia variarse de conducta, pero que en cuanto a las injurias y sarcasmos a qué se refería el señor autor de la moción, según dijo le había instruido un amigo suyo, no debía hacerse aprecio de semejantes voces, porque estaba muy conocido que solo tenían este manejo los enemigos del congreso y gobierno del Estado, por las causas públicas y sabidas de proteger, y sostener al ministro de Hacienda como jefe principal de la logia de los yorkinos, compuesta de setecientos asociados todos, los cuales hacían lo posible para desacreditar y zaherir a los diputados, no queriendo entender, ni confesar lo mucho que han trabajado en el tiempo
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que ha durado la legislatura, y los embarazos notorios y públicos que causó el proyecto del distrito federal, para concluir pronto la Constitución; que debía siempre ser posterior al establecimiento de aquella ley a que se opuso constantemente, contrayéndose por eso el odio y la execración de todos los adictos al mismo ministro de Hacienda. Dijo, también, que la demora del proyecto en la imprenta fue toda del editor del Sol, quien penetrado de esta verdad había dado una satisfacción al público.
El señor Mora convino en cuanto había dicho el señor Villa, pero dijo que la proposición hecha por algunos diputados, sobre el señalamiento del día y hora para discutir el proyecto y sus fundamentos, no debían ponerse en la acta pública, porque se diría que ella fue un preciso efecto de los papeles que han salido contra el congreso, por la entrada tarde y por la pronta salida del salón, pues que ellos han sido producidos por los enemigos del congreso y del gobierno del Estado, originados por la oposición constante a la ley federal.
El señor Cortázar convino en que nada debía mencionarse en la acta pública de lo que se había dicho por los señores preopinantes.
El señor Cotero volvió a tratar de las voces injuriosas contra los señores diputados, explicando más claramente su origen y publicidad, dirigidas a desconceptuar injustamente al congreso y que su señoría, para vindicarlo, había hecho la moción; pero que, supuesto que ya estaba mandado por el señor presidente lo que solicitaba con su moción, convenía en que no se hiciese mención de ella en la acta pública.
El señor Olaes dijo que le parecía muy prudente y oportuno que se metiera en dicha acta los referidos particulares, pero que siempre debía contestar e indemnizarse el congreso por medio de un papel que reformase al público, diciendo todo lo que hay en el particular y favorece a los diputados, que es mucho y muy bueno contra los charlatanes y habladores que obran solo por resentimiento y venganza.
El señor Mora dijo que estando para darse el manifiesto acordado sobre la historia y todo lo ocurrido sobre la ley del distrito federal, en él podría decirse todo lo que había indicado el señor Olaes y que así prometía hacerlo dentro de tres o cuatro días.
El señor Villaverde estimó justas las referidas medidas, por los motivos expuestos por los señores preopinantes y
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convino en que los autores de la moción debían retirarla, y habiéndoseles preguntado si la retiraban dijeron que sí y quedó, por lo mismo, acordado que nada se diga en dicha acta pública de lo que ha pasado sobre dicho particular y se levante la sesión.
Firmas y Rúbricas:
José Domingo Lazo de la Vega, Presidente
Baltazar Pérez, Diputado Secretario
Benito José Guerra, Diputado Secretario
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Sesión secreta ordinaria de 22 de mayo de 1826
Se leyeron las actas de 8 y 14 y fueron aprobadas, sustituyéndose en esta última a la palabra hermanos, la siguiente: asociados, por moción que hizo el señor Villa.
Se levantó la sesión.
Firmas y Rúbricas:
Baltazar Pérez, Diputado Secretario
Benito José Guerra, Diputado Secretario
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Sesión secreta ordinaria de 29 de mayo de 1826
Leída y aprobada la acta del 22, se dio cuenta con un oficio del gobernador, en que transcribe otro del señor Cotero, solicitando el pago de mil setecientos y tantos pesos, que se le deben por dietas del tiempo en que fue diputado del congreso general constituyente.
El señor Mora dijo que estando mandado cesar todo pago que se hacía, por cuenta de la federación, en cuyo caso se haya el que se solicita por decoro del mismo congreso, no se debe dar curso a la solicitud que se ha leído, ni se diga puede ser la resolución secreta, pues al fin será preciso se haga pública y el congreso se pondrá en ridículo, puesto que es miembro suyo el solicitante.
El señor Olaes dijo que no habiendo expediente instruido sobre la materia, ni estando decidido pertenecer a la federación o al Estado pagar las dietas de sus diputados a las cortes españolas y congresos anteriores a la declaración de la forma de gobierno de la nación, y diciendo el gobierno del Estado podrá pagarse esta cantidad y hacerse después
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con otras de igual naturaleza el cargo al gobierno general, es de opinión pase el expediente a una comisión.
El señor Mora dijo que es averiguado que el pago de las cantidades mencionadas pertenece a la federación, pues está declarado expresamente que las dietas de que habla deben pagarse por cuenta del gobierno general y no de los estados, como se hacía en tiempo de las diputaciones providenciales, que tampoco admite interpretación la determinación de este congreso, en que se mandó cesasen todos los pagos que se hacían en el Estado, por cuenta de la federación y así está, porque no se dé curso a la instancia del señor Cotero; porque, además de ser así justo, se expondrá el congreso, como ha dicho, al ridículo; porque sería preciso se avisarse a la federación, quien tal vez no pasaría por la partida.
El señor Olaes leyó el oficio y dijo que la federación, en su juicio, es la que ha de responder a los diputados por el pago de sus dietas, pero que también cree que, aunque se hiciera el de que se trata, no resultaría cargo al Estado, y siendo esto dudoso, insiste en que pase el oficio a una comisión.
El señor Villa reprodujo lo que tiene dicho el señor Mora y añadió que hoy ciertamente se criticaría al congreso, si mandará pagar al señor Cotero; que no se haya en el caso de muchos infelices, a quienes se les pagaba, y se mandaron cesar los pagos, que además el señor Cotero puede ocurrir a la federación con facilidad y lograr lo que solicita que es justo.
El señor Mora dijo que ya que hasta ahora no ha hecho porquería ninguna el congreso, no la haga en lo sucesivo, que aunque el gobernador dice que hay con qué pagar, y por eso se pudiera hacer, no es esa la cuestión y por las razones expuestas no es de justicia, ni se puede acceder a pagar al señor Cotero, habiendo mandado no se haga a otros mil infelices; por todo lo que es de opinión se contacte al gobernador, que no se tomó en consideración su oficio de 24, relativo a este asunto y así se acordó.
El señor Villa dijo que la comisión encargada de la compra de imprenta pudiera presentar ya la cuenta de gastos, menos lo que importe la obra de carpintería, que aún no se concluye; pero cree este poco más oportuno para cuando esté acabada la obra, por lo que solo dirá
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en grande que el importe total será el del presupuesto o poco menos y pidió se manden librar a la comisión cuatro mil cuatrocientos setenta y ocho pesos, tres reales que por ahora necesita para satisfacer el resto de letra, adornos, etcétera, que han llegado ya.
El señor Villaverde pidió informar a la comisión cuál es la cantidad que tiene recibida, cuál la que conserva en su poder y cuál la que le falta.
El señor Villa contestó que ha recibido cinco mil pesos, que tiene cuatrocientos y no se sabe a punto fijo lo que importará la obra de carpintería, que ha estimado la comisión se suspenda en obvio de gastos, por si la imprenta se halla de poner de luego a luego en el lugar donde residan los poderes del Estado, pero que, prudentemente, cree conforme al presupuesto montará este gasto a mil pesos.
El señor Villaverde: que a su entender la comisión quiere el resto del importe de imprenta y que supuesto que otra vez se mandó, que conforme ocurriera por lo que necesitara se le diera de esta, en el caso de mandarle librar lo que pide hoy, puesto que al fin de la obra ha de presentar su cuenta.
Se acordó se libre orden para que se entregue a la comisión de cuatro mil cuatrocientos setenta y ocho pesos, tres reales que pide y se levantó la sesión.
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Sesión secreta extraordinaria de 31 de mayo de 1826
El señor Martínez de Castro, que la promovió, dijo que pedía al congreso declarase si su señoría y otro señor diputado debían ir a declarar ante el juez de letras, don Francisco Ruano, en la causa criminal instruida con ocasión del asesinato del padre Marchena, a virtud de la citación que les había hecho al efecto, pues que su señoría dudaba si debía ir a declarar, supuesto que las leyes co-
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munes y la costumbre estaba en contra de semejante práctica, como lo que se observaba en tales casos era pasar oficio a los diputados para que, por vía de informe, contestasen a lo que se les preguntaba, o se deseaba saber de los mismos en cualquier materia civil o criminal y que por lo mismo se abstuvo de ir a declarar, hasta que el congreso le dijese si debe hacerlo.
El señor Castro dijo que su señoría era el otro diputado, citado por el señor Ruano, a qué se refería el señor Martínez de Castro. Leyó el oficio que le puso el juez de letras y la contestación que le dio, negándose a declarar, según las leyes militares que le citó, en cuya virtud estaba exento de ir ante él a dar la declaración que se le pedía y que del mismo modo lo estaba su esposa, a la que también se citaba, por gozar de los mismos privilegios.
El señor Cortázar dijo que había una ley expresa que deroga los privilegios que tenían algunas personas para no ir a declarar ante los jueces cuando se les citaba, y que no la señalaba porque no estaban en la mesa los tomos de los decretos de España en que se hallaban dicha disposición, pero que le parecía que estaba vigente.
El señor Nájera dijo que la cuestión estaba reducida a si un diputado de este congreso, por serlo, estaba exceptuado de ir a declarar en el caso y, que su señoría era de opinión que el señor Martínez debía ir a la cita del juez de letras, porque en el sistema republicano deben todos hacerlo sin excusión alguna y, que en cuanto el señor Castro, haría su señoría lo que le pareciese según las leyes militares que le favorecían.
El señor Mora dijo que los señores diputados citados no debían ir a declarar, porque no había ley alguna que así lo determinase, ni de la junta gubernativa, ni de los congresos constituyentes, ni del actual constitucional. Que cuando la hubiese y fueran a declarar en semejantes casos los individuos de las cámaras, entonces irían también a hacerlo los diputados de este congreso.
El señor Villa manifestó estar por la idea del señor preopinante y las esforzó con otras varias razones de falta de ley expresa y de ser contraria la costumbre que se observa en este particular.
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El señor Castro repitió lo mismo que antes había dicho, pues que como militar no podía estar a otras leyes; sino, a las que citaba Colón en el tomo tres de su obra.
El señor Guerra (don Benito) dijo que hay, en efecto, un decreto de las cortes de España que le parecía ser del año de 820, en que se mandaba que todo persona de cualquier clase y condición que fuera estaba en obligación de declarar ante los jueces ordinarios y en todas las causas civiles y criminales que se ofreciese y fuese necesaria su declaración; que no tenía presente si había mandado observar en la nación en esa época o en las posteriores, y que si se le daba tiempo la buscaría y la manifestaría el congreso, pudiendo, por lo mismo, diferirse la resolución para otro día suspendiéndose la discusión. Dijo, también, que a pesar de existir la citada ley de que también había hablado el señor Cortázar, se observaba lo contrario, pues que a su señoría mismo, en los días anteriores, se le pasaron los oficios por dos distintos jueces de letras, para que informase lo que sabía sobre los particulares que se le preguntaban y que a los dos contestó por oficio, informándoles lo conveniente.
El señor Mora insistió en que el señor Martínez no debía ir a declarar así, porque no había ley de la república que lo previniese; como porque no era justo que con unos diputados se observase una cosa y otra con otros, siendo todos de igual clase y jerarquía.
El señor Villaverde dijo que el congreso tiene ya declarado en la Ley de Administración de Justicia que todo ciudadano vaya a declarar ante los jueces cuando sean citados; pero que, no había una ley que terminante hablase de los diputados, como había dicho algunos de los señores preopinantes. Que la cuestión se había extraviado, porque el punto principal era el de si el señor Martínez debía ir a declarar y que, sobre esto, opinaba que no debía ir, porque la costumbre de que solo informen los diputados era la que se observaba constantemente; que era justo que todos los ciudadanos fuesen a declarar cuando se les llamase, pero que no estaba todavía mandado con generalidad, de manera que se comprendan hasta los diputados de quienes nunca se han hablado y, por último, dijo que se podía tomar el partido de que el señor Olaes hi-
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ciese al juez de letras, que es su sobrino, la insinuación conveniente para que desistiese de la citación; porque podría suceder muy bien que dicho juez estuviese creyendo que pudo citar al señor Martínez de Castro; no obstante, de ser diputado, teniendo por vigente la ley de España que se ha citado por los señores Guerra y Cortázar.
El señor Mora insistió en su modo de pensar, fundando más su concepto con otras reflexiones de bastante peso y dijo que no se oponía que el señor Olaes hiciese, si gustaba, al licenciado Ruano la insinuación que propuso el señor Villaverde.
El señor presidente dijo que le parecía muy bien que el señor Olaes hiciese la referida insinuación al juez de letras y, que por este medio prudente y juicioso, podría quedar concluido este punto; no obstante, que su opinión era la de que no debían los diputados ir a declarar y mucho menos sus mujeres, a lo que justísimamente se le había resistido el señor Castro y refirió, por fin, el caso que le ocurrió a su excelentísima con un magistrado del antiguo gobierno español, respecto de una señora distinguida, a quien citaba para que fuese a declarar sobre ciertos hechos.
El señor Olaes se prestó a hacer semejante insinuación, a pesar de que, en su concepto, debía estarse a la costumbre que se observaba, según el pasaje acaecido con su señoría, sobre un informe o declaración que le pidió un juez en estos días y que, no habiendo una ley clara y terminante que contrariase la costumbre acreditada por su señoría y, por otro señores preopinantes, era de opinión que el señor Castro no debía ir a declarar, pero que; sin embargo, practicaría la diligencia referida, pudiéndose suspender la discusión hasta verlas resueltas.
El señor Mora dijo que estaba bien que el señor Olaes hiciese lo que ha ofrecido, pero que, con esta medida no se satisfacía a la cuestión promovida y que, en orden a ella, debía determinarse por el congreso lo que debía hacerse, para que esto sirviese de regla en lo sucesivo, mientras no se dictase una ley general para arreglar esta materia. Reprodujeron su sentir los señores presidente y Villa y, preguntando el congreso de si estaba suficientemente discutida la moción del señor Martínez, se resolvió que sí y puesta votación se declaró que el señor Martínez y el señor Castro no debían ir a declarar ante el juez de letras, a virtud de la citación
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que les había hecho y que debía contestarle que no lo hacían porque así lo había dispuesto el congreso. Y habiéndose preguntado si esta sesión era de rigoroso secreto, se declaró que sí, con lo que se levantó la sesión.
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Sesión secreta del día 10 de octubre de 1825
Leída y aprobada la acta del día 13 de septiembre se dio cuenta con una solicitud de los vecinos de la villa de Guadalupe; en que piden se les devuelva el expediente, relativo al establecimiento de una hermandad que acompaña al divinísimo en la misma Villa.
El señor Nájera apoyó esta solicitud, diciendo no haber inconveniente alguno en que se devolviese este expediente, separándose de él el informe reservado; que sobre el particular había dado el cura de dicha Villa.
El señor Olaes dijo que estaba en las mismas ideas, porque el informe reservado de ninguna manera debía entregarse.
Preguntando el congreso si se devolvería separado el informe reservado, así se acordó.
En seguida expuso el señor Nájera la duda de la secretaría, sobre si se preguntarían en sesión pública o secreta la propuesta sobre la plaza de la misma.
El señor Mora dijo que debía y pedía fuese en secreta porque tenía que exponer de algunos individuos empleados, no solo faltar; sino, a un crimen.
Preguntando el congreso si se trataría este asunto en sesión secreta, acordó que sí; con lo que se levantó la sesión.
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Sesión secreta del día 13 de octubre de 1825
Leída y aprobada la acta del día 10, se dio cuenta con las propuestas que hace la secretaría, para las plazas de oficiales y escribientes de la misma e igualmente con las solicitudes de otros individuos de fuera, que han aspirado a dichos destinos.
El señor Villa dijo que pedía se señalara día para discutirse, porque semejante asunto no era del momento y más no estando presente un señor diputado, que había dicho tenía mucho que exponer sobre el particular.
El señor Nájera contestó que la secretaría solo ha hecho sus propuestas con arreglo a la ley, para que el congreso resuelva y que ni ha dicho ni siquiera que ahora mismo se tome en consideración.
El señor Villaverde dijo que este asunto no es del momento, que se trata de elegir los sujetos que en propiedad deben desempeñar las plazas de la secretaría, para lo cual es preciso que le conceda algún tiempo, a fin de informarse de sus circunstancias y que si hoy se tratara de hacerse la elección, se le permitiría el retirarse.
El señor Villa insistió en que no debe ahora votarse, ni sabía de qué modo podría hacerse, puesto que este era un modo nuevo, desconocido en el reglamento.
El señor Cortázar contestó que el modo de votar no era nuevo; sino, arreglado a la ley y que todo se conciliaba con señalar día para su discusión.
El señor Villa repuso que no es, ni puede tenerse como dictamen de comisión el de que ahora se trata, pues el congreso es el que debe elegir a propuesta de los señores secretarios.
El señor Nájera dijo que solo era una simple propuesta y que no podía señalarse el lunes para tratarse de ella.
El señor Guerra (don Benito) dijo que le parecía debía instruirse más el expediente, porque así como hay sujetos de fuera que han pretendido y alejado sus méritos, también entre los mismos de la secretaría hay quien tenga menor mérito que otros.
El señor Villaverde dijo que no siendo dictamen; sino, propuesta, pedía se señalara el lunes para tratarse de ella y entonces los señores secretarios se expondrían lo que les parecía.
Así quedó acordado, con lo que se levantó la sesión.
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Sesión secreta ordinaria del día 21 de octubre de 1825
Leída y aprobada la acta del día 13 anterior, se pusieron a discusión las propuestas que hace la secretaría, para las plazas de oficiales y escribientes de la misma, y concluida su lectura el señor Mora pidió se leyeran las solicitudes de los otros sujetos que pretenden dichas plazas; lo cual, verificado, dijo que no sabe por qué razón se han desechado a esos individuos, prefiriendo la secretaría algunos sujetos que son notoriamente ineptos: por sus enfermedades habituales, que les impiden desempeñar sus plazas con, grave perjuicio de la secretaría como lo son: Salcedo, Castera y Nájera; cuando, por el contrario, la plaza del primero la pretende el señor Carpio, cuya aptitud es notoria, no solo para el desempeño de los trabajos del oficio al segundo; sino, los de redactor que ha desempeñado y cuyo sueldo es igual, con cuya medida se lograría, además tener dos redactores sin gravamen de la Hacienda del Estado; que los individuos que actualmente sirven son interinos y no pueden alegar propiedad, por lo que no se les infiere agravio, pidió, por tanto, se declarase no haber lugar a votar y que volviese a la secretaría.
El señor Nájera contestó que ya tiene expuestas las razones que tuvo la secretaría para hacer sus propuestas. Que los sujetos que propone si no son los más idóneos, tienen la aptitud suficiente para el desempeño de sus destinos y que votándose por partes el congreso, podría desechar a los que le pareciera y la secretaría propondría otros, en su lugar.
El señor Mora dijo que para el acierto de la elección, era preciso atender al mérito comparativo de los sujetos; que las actas impresas en el día salían muy incorrectas y defectuosas [...] las más faltan vocablos [...], y sobre todo el como la atención del congreso a la utilidad que resultaría de tener dos redactores, como era conveniente los hubiese para que él uno supliera por el otro; que el mérito y aptitud de los que se desechan es superior a los que se proponen, que así como se desecha a Gorraes, recomendándolo al gobierno, así se podría hacer con los otros, que generalmente se tiene idea muy baja de los empleados en la secretaría, que todos los señores que han sido secretarios le han dicho que no pueden cumplir por enfermos, que si fuera por flojera es otra causa, podría remediarse, pero las enfermedades habituales de ninguna manera.
El señor Nájera contestó que los propuestos son varios y que su señoría está por algunos y no por otros, que votándose por partes se salvaba todo y cada uno
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de los señores diputados, podría ser, en su caso, las objeciones que le parecieran.
El señor Cortázar dijo que las propuestas no pueden volver a la secretaría, porque esta se hallaría embarazada y que así como podía presentar sus propuestas separadamente, hoy una y mañana otra, no había embarazo alguno en que se votasen por partes.
El señor Jáuregui dijo que no siendo una simple propuesta la de la secretaria; sino, el arreglo de todos sus empleados, debían examinarse las bases en que se funda, para que si estas no se [apreciaban], las reformen los señores secretarios; que si solo se tratara de alguna plaza vacante, tendría lugar, pero no cuando se trata de todos los empleados, porque Gorraes, por ejemplo, que queda fuera, podría muy bien tener lugar, si se reprueba alguno de los propuestas; que su señoría no quisiera que se agraviara a nadie y podría tomarse el temperamento de convencer a los ineptos por sus enfermedades y que no se propusieran.
El señor Mora dijo que aun cuando se queden disfrutando de sus mismos sueldos es menos malo que el que la secretaría esté bien servida.
El señor Villa dijo que si, por ejemplo, no se aprueba al oficial segundo, era hacerle un agravio; siendo así que el no votarlo, como su señoría no lo había de votar, era solo por enfermo y así pedía volviesen las propuestas a la secretaría.
El señor Nájera dijo que si no se declara haber lugar a votar y vuelven las propuestas a la secretaría, esta propondrá a otros, y con uno solo a quien se impugne, ya volverán todos y estarán volviendo eternamente, por lo cual es preciso que se apruebe y se proceda a votar por partes.
El señor Olaes pidió se volviesen las propuestas, porque si son enfermos los propuestos, no deben votarse.
El señor Villa insistió en que volviesen las propuestas, por beneficios del congreso, pues tendrían dos redactores sin costo alguno y que el argumento del señor Nájera solo tendría lugar en el caso de que los proponentes no se arreglen a lo vertido en la discusión.
El señor Nájera dijo que no tiene empeño en que se aprueben las propuestas, pero sí en que se declare haber lugar a votar, porque es imposible hacer más propuestas que salgan al gusto de todos; que Gorraes quedó fuera por ser el último de los oficiales y tener menor sueldo que los propuestos.
Declarado suficientemente discutido hubo lugar a votar.
El señor Nájera pidió fuese por escrutinio secreto y lo mismo el señor Villaverde.
El señor Cortázar dijo que no se opone, pero que sobre cada uno de los individuos se diga lo que se quiera.
Habiéndose acordado que fuese por cédulas, se procedió a la votación del oficial primero y salió aprobada por los 17 señores que asistieron: el señor Daza.
El señor Mora pidió se suspendiese la votación de los demás, hasta que se resolviera la siguiente proposición que presentó, pido que si algunos dependientes por sus enfermedades no
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fueren aptos para continuar en la secretaría, se les continúe en sus sueldos, mientras sanan o se colocan; después de apoyada por su autor, dijo el señor Nájera que ya la secretaría tiene propuesto lo mismo que quería el señor Mora.
Este contestó que aunque la secretaría lo proponga, no está aprobado por el congreso y pedía expresamente se resolviese. Preguntando al congreso, fue admitida la proposición y se mandó pasar a los señores secretarios.
En consecuencia, pidió al señor Mora se suspendiera la votación y el señor Nájera contestó que no podía suspender la votación, a virtud de la proposición aprobada que se contraía a otro asunto.
El señor presidente dijo que solo el autor de la proposición permitía el reglamento tomar la palabra.
El señor Nájera dijo que no había proposición escrita.
El señor Mora dijo que no era; sino, una indicación.
El señor Nájera que sí era indicación pedía la palabra para oponerse a ella. Entonces dijo el señor Mora que retiraba una y otra.
El señor Villa dijo que las hacía suyas y presentó la segunda en estos términos: “Que se suspenda la votación de los demás oficiales y escribientes, hasta que se resuelva sobre la proposición del señor Mora; relativa a los que se quedan sin colocación”.
Admitida del momento, dijo su autor que ya el señor Mora la había fundado lo bastante y solo añadiría que algunos señores diputados votarían de muy diversa manera, si se aprobaba; que lo haría si se reprobaba, por tanto pedía su aprobación.
El señor Mora dijo que siendo la misma que propone los señores secretarios, debe resolverse precisamente y, según su resultado, así se procederá a la votación, por lo que debía haberse tratado antes de todo y se hubiera ahorrado mucho tiempo.
El señor Nájera dijo que no debía interrumpir la votación, por no ser conforme al reglamento, que dicha proposición debió haberse hecho antes, porque de lo contrario se harían interminables las discusiones.
El señor Villa contestó que la objeción del señor preopinante del reglamento no tiene fuerza alguna, porque la práctica está en contra y en favor de la proposición; que la otra razón de la demora es muy vaga y no podía contraerse a este punto en particular pues, ¿qué por qué no se hizo ayer no se ha de poder hacer hoy?
El señor Mora dijo que era un disparate obligar a votar a los señores diputados, cuando no había inconveniente alguno en suspenderse y, sobre todo, que había dado la hora y pedía se levantase la sesión.
Declarado suficientemente discutido, fue aprobada la proposición y se levantó la sesión.
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Sesión secreta ordinaria del día 24 de octubre de 1825
Leída y aprobada la acta del día 21.
Se dio cuenta con el dictamen de la secretaría, sobre la proposición de los señores Mora y Villa, relativa a que se les continúen sus sueldos a los empleados de la secretaría que queden fuera de ella. Se reservó su discusión para el día 27.
Se levantó la sesión.
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Sesión secreta extraordinaria del día 26 de octubre de 1825
Leída y aprobada la acta del día 24, el señor presidente dijo que el señor Jáuregui manifestaría el objeto con que había pedido esta sesión.
El señor Jáuregui expuso que le parecía conveniente el que hoy se discutiese el dictamen de la secretaría, sobre la proposición de los señores Mora y Villa, porque habiendo pasado ya los dos días que previene el reglamento, podía anticiparse hoy; sin embargo, de estar señalado el de mañana en que no puede asistir uno de los señores que han firmado la proposición.
El señor Nájera contestó que si el día de mañana no puede asistir un señor diputado, también el día de hoy ha faltado el señor Lazo, en la confianza de que este asunto lo había de tratar ahora y que así se lo había dicho expresamente.
El señor Mora dijo que las causas que le impedían el asistir mañana y que teniendo mucho que exponer en el asunto, pedía se demorasen este hasta el sábado.
El señor Jáuregui convino en que no había inconveniente en que así se acordase, retirado por tanto su moción.
Preguntado al congreso si se reservaría para
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el sábado, acordó que sí.
En seguida se dio cuenta con oficio del señor Lombardo, en que participando el congreso haberse logrado suspender por algunos días el asunto del distrito federal, desea, en el entretanto, saber más, sea la opinión de esta legislatura para promoverla con otros dignos compañeros suyos en la cámara de diputados.
Después de varias reflexiones vertidas por los señores Jáuregui, Mora, Nájera, Villa, Cortázar, Martínez de Castro, Guerra (don Benito) y Villaverde, propuso el señor Mora pasase el oficio a la comisión de distrito federal y así se acordó, encargándose a la misma comisión avisar, luego que concluya para que se cite al momento a sesión extraordinaria; porque el asunto acaso se verá en la cámara dentro de seis días.
Se levantó la sesión.
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Sesión secreta extraordinaria del 28 de octubre de 1825
Leída y aprobada la acta del día 26, se dio cuenta con el dictamen de la comisión especial de distrito federal, sobre la instrucción que pide el señor Lombardo; acerca del dictamen que está para discutirse en la cámara de diputados, y declarado del momento fue aprobado y que inmediatamente se remitiera, contestado al señor Lombardo.
Se levantó la sesión.
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Sesión secreta extraordinaria del 4 de noviembre de 1825
Leída y aprobada la acta del día 28, se leyó y puso a discusión el dictamen de la secretaría, que recayó sobre la proposición de los señores Mora y Villa, relativa a los empleados enfermos de la misma secretaría. La que redujo su dicta-
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men a las siguientes proposiciones: 1ª. A los dependientes actuales de la secretaría del congreso, que no se les dé plaza en la en la provisión que se va a hacer, se les continuará los sueldos que hoy disfrutan.
El señor Mora dijo que por no ser un proyecto de ley, creía que se podría entrar a la discusión en particular de las proposiciones, omitiendo la discusión en lo general, pero que antes deseaba saber qué se entendía por esta palabra: dependientes actuales de la secretaría.
El señor Nájera contestó que se entendían por empleados aquellos que se hallaban actualmente en la secretaría y que pasaron de los diputados provisionales.
El señor Mora dijo que de ningún modo podía convenir en que se les continuasen el sueldo a los que quedaran sin nombramiento, pues los fondos del Estado no estaban destinados a dar limosnas, tanto más, cuanto que sí dependían las rentas de la capital, tal vez no alcanzaría para los gastos precisos del Estado y que, si algunos se hallaban enfermos y se les quería socorrer, se podría hacer de otro modo.
El señor Villa dijo que era positivo que había enfermos, que, por ejemplo, don Juan Salcedo se hallaba en este estado, que su enfermedad era habitual y que duraría diez, veinte o treinta meses, pero que siempre […], porque su enfermedad era mortal y no era justo que por sus enfermedades se privasen de sus sueldos.
El señor Mora dijo que las rentas se gravan con el sueldo de los cesantes, que muchos pretendían ser de esta clase y que su señoría sabía de sujeto, que luego que había sabido que la comisión proponía que a don Vicente Gorraes se le continúe el sueldo que disfrutaba, querían poner una solicitud para el mismo efecto.